domingo, 6 de abril de 2008

Ruín.

Una medida de sangre para extasiar una flor desteñida, un papiro de arroz atado con cueros y tinta de nuez, todo en una cartera bien guardada entre pliegues de la piel marchita, donde comienza una civilizacion fungi, un parásito bienvenido de las notas muertas del monstruo que conquista la voluntad, que seduce como ocio y resulta en la oscuridad dialéctica de todo ser. Como sal, absorve la frescura de la carne y, la ignominia despavorida de la vergüenza -desesperada vía que la ansiedad violácea construye sobre lo edificado de la conciencia- corróe en tormento al mismo pequeño, fragil e inocente ser que le permitió la vida. Ya dañado por el tiempo, se convierte en un feto de la tierra, lo alimenta, le dá un hijo, y termina muerto con fanfarría de xilofono, con epitafios sobre una lapida nublada de insectos carroñeros, que devoran los restos putrefactos de su carne molida y gelatinosa.
"La catatonía fué condena obligada"

El tormento de Olver.

1 comentario:

Lucia dijo...

es una idea,
¿como seria el arte de la civilizacion fungi en el arroz de marzo de este año?