Los qualia de repente se convierten en poesia escrita en prosa, metamorfoseando en pentagramas de vez en cuando (en situaciones nostalgicas de horario nocturno).
Vuelan los parasitos sobre el amor de nuestras venas, profundizando el color de su sangre deglutida, para enchastrar nuestras manos de antropofagia, y las redime en el cromlech del santuario aquel que albergaba las memorias de la castidad en un cajon de ébano forrado con parpados de elefante.
¿Dónde queda el pasado cuando el dolor nos recuerda que hay cosas que aún sin sentirlas estan ahí?
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