domingo, 4 de mayo de 2008

El lugar del cerdo.

Creía estar a salvo de sus exacervaciones, pero no, había construido algo desde su lugar, desde su desgracia, mirando al horizonte que lo encerraba, ahora sabia destruir, ahora no consideraba nada como un error, solo pensar en ello se volvía parte de su dialectica, de su esquizofrenia, de su incertidumbre. Solo luego de seis minutos logró arrancarse de su represión, por una cuestión etérea, sin naturaleza, debía flagelarse 5 minutos antes, debia desprender y abrir las cicatrices que lo llevaron a una falsa promesa, y la quemadura estaba fresca, solo que llena de desechos de aquella construcción que venía logrando para esquivarse de sí mismo, esto confundia el paisaje con algo desastroso. Hasta que decidió abandonar aquel organismo, para tirarse al punto infinito constituido desde la base de su ya antigua morada: el mantenimiento, la introspección y las innovadoras catarsis lograron que el desarraigo fuera tomado como la circunstancia que se habia transformado la vida, como una vuelta más del ciclo del tiempo, el tiempo, daga cicatera del corazón.

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