lunes, 20 de octubre de 2008

LA MORBOSIDAD DEL SER MORAL.

El verano terminaba aquel día de Abril, cuando K debía regresar a su provincia. K era el novio de P, y muy amigo de C quien lo acompañaba, con P, en aquella despedida hasta la próxima vez que se encuentren. Ya K y P habían hablado sobre una posible separación, debido a la distancia de tiempo y espacio que los separarían por quien sabe cuanto, y la relación no se hacía sostenible, cada uno tenía una enorme necesidad, incontrolable de amar a alguien, y estar tan lejos los volvía locos de nostalgia.
C, el amigo de K, no hacía mucho con esa relación, solo acompañaba en las noches de bebidas, hablando tonteras y disfrutando un tiempo con su amigo y su novia (quien le parecía una circunstancia en la vida de K), aprovechando la visita, puesto que nunca sabía cuando la vida los sorprendería de nuevo en alguna casa o en una siesta de ocio somnoliento tomando mates.
Así fue que el transporte de K llegó a origen, y éste viajo sin más escrúpulos, no le quedaban otras opciones, el debía viajar para concretar su sueño de ser un destacado y famoso actor de cine. Subió al coche, dio un beso profundo a P, y un fuerte abrazo a C. Desde la ventanilla veía que C y P se iban por separado, cada uno a su casa, y pensó "...", y de repente pensó en no pensar nada.
Unos meses después, P había viajado a ver a su amado, tan solo por unos días, y al parecer, K había tomado la decisión de terminar su relación; entonces ella volvió con un sentimiento de frustración y rencor a su casa. Ella tenia como filosofía de vida que, enterarse de las cosas, era peor que no saberlas, idealizaba los amigos de K, inventándoles trabajos y profesiones que no les correspondían, no le preocupaba mucho las responsabilidades, a menos que logre algún beneficio provocándolas. En una siesta se encontró con C por internet y comenzaron una conversación sobre el clima, que terminó ambiguamente en una cita casual de sexo para esa misma noche, para cuando se planeaba una fiesta "negra" en la casa de K -aprovechando su ausencia- con invitados imaginarios e irreales, solo el nombre de ellos dos resaltaban como posibles usufructores de dicha tertulia antitética, ellos, personalidades opuestas, parte de un triángulo de carne y fluidos.
C era un poco tímido, pero a través de las letras (a quienes les tenía miedo) podía lograr el orgasmo de un elefante dentro de una caja de música, solo indicándole el procedimiento de girar la cuerda para que suene, encantador, el xilófono. Entonces, en aquel encuentro, se había dejado llevar por aquellos seres imaginarios del tiempo, de su tiempo y el de ella, incitándola y guiándola a respuestas cada vez más provocadoras, logrando al fin una invitación casual, un rato de placer.
El confesor de K sabía como estaban las cosas entre su amigo y P, así que no sintió temblar su mano a la hora de esculpir el camino por donde correría ella para llegar a la meta, que era un roce exacerbado de fina piel, entre las puntas de los dedos índice, medio y pulgar, ligeramente curvados y apenas separados de C, y la línea que envolvía tan perfectamente los senos de P, que de a poco comenzarían a madurar como una pera, cediéndole terreno a los labios de su perpetrador, a su lengua cálida y suave por el clímax de imaginar algo esperado, y sentiría una tierna rigidez de su clítoris, que tomaba el control de la situación gimiendo poco a poco, invitándole brotes de miel, en un terreno húmedo, brillante, con los párpados de los ojos casi cerrados, acorde a la situación, a la transpiración, que de a poco bajaba por su frente, para estallar justo en la punta de su pezón, que le provocarían más imágenes, y ya, colorada, casi con fiebre, comenzaba a jalar su sexo hacia adelante y atrás, sintiéndose protegida y segura en los brazos del traidor, quien cada vez la sentía más entre sus manos, entre su cuerpo, y con su rodilla acariciaba el plexo de la dama que ya pedía atención especial a través de los quejidos suaves y jadeantes; en ese momento, algo parecido al filo de un bisturí cortó el éxtasis, y era que el joven dejó de mover sus manos, de acariciar, de besar, lamer, chupar el cuerpo de su muñeca, y ella lo miró fijamente, enojada, diciéndole:"¿que te pasa? ¿Por qué haces esto?"; a lo que C respondió: "mira P, me siento mal, porque eres la novia de mi amigo K, a quien no veo hace mucho tiempo, y hacerte esto me hace sentir un traidor...-leve risa- creo que me pegó la moral, lo siento, no creo poder seguir haciendo esto". Diciendo estas palabras, C procedió a sentarse en la cama y se apoyó sobre la pared. Mientras, P, miraba al suelo, dolida, sintiéndose culpable, sucia, pensando en que se convertiría de a poco en la persona que mas odiaba... además, sentíase caliente. Casi determinante y enceguecida volvió su mirada a los ojos de C y le dijo: "¿así que sientes que la moral a bajado a tu cuerpo?... pues, déjame consolarla, déjame hacerla sentir cómoda... ¿quieres que te bese la moral, que chupe tu moral? tal vez se sienta a gusto..." ya su sonrisa inocente y desnuda contagió a C, quien, pensativo, levantó su cabeza y recorrió el cuerpo de P, deteniéndose en su vagina. También sintiéndose incompleto, volvió a dejarse llevar, y le respondió: "a ver... depende, no se que parte de mi cuerpo es la moral, pero te dejaré hacerlo, pues esta noche confío en ti". Este dialogo abrió una nueva puerta, mucho mas grande de la que se había abierto, así que ella, confiada de su género, se acercó en cuatro patas a C, y le susurró en el oído: "ésta parte es la moral..." comenzó a lamer el lóbulo de la oreja de C, y acariciándolo con su mano en el rostro, decidió bajar por el cuello, por su pecho, en su abdomen, y finalmente, aderezó a su compañero con un tierno beso en el glande, y empezó a chupar su pene, y con su otra mano le agarraba de los testículos, y los frotaba, como una loca, esperando la culminación de su arrepentimiento. C, entrecortando respiraciones, la tomó del rostro y la sostuvo por su cadera, incitándola a la introducción de su cuerpo al de ella, y P acercó sus pechos a la cara de C, y asentó su carne encima de la del onanista. Ya en esta etapa del coito, el aire no se podía respirar, parecía haber una nube dentro del cuarto y de sus mentes, la fricción entre ambos sexos se volvía muy fuerte, como sufriendo el final, pesimistas de sus acciones, rencores que salían a la luz a través de la penetración, que llegaría a un fin casi simultáneo de ambas partes, provocándoles un dolor en su interior, ya no del orgasmo, ya del arrepentimiento, ya por su lujuria, de nuevo, por el final.
Culminado el encuentro, quedaron besándose unos minutos, y de a poco, cada uno sentía del otro una extinción progresiva de sus instintos, el alba de la razón, del recuerdo del pasado. Así terminaron, él dentro de ella, pero afuera, junto a su amigo en una tarde somnolienta, y ella envolviendo la carne de C, sorprendida por la rutina y el amor que nunca pensó encontrar hasta conocer a K.
Rápidamente, contagiados ambos de su moral, procedieron a vestirse, C se retiró mudo a su casa, y en el camino recorría sus propias palabras, su propio camino, el que había construido ese mismo día a la siesta, maldiciendo la tecnología; y P, envuelta solamente en una sábana, fue al baño a llorar, y con la ducha abierta de agua fría, puso su vientre bajo la lluvia, y cubriéndose la panza, dijo en voz baja y afligida: "Hay! ¡Que providencia!...lo siento amor...lo hice por nuestro bien, por nuestra vida, tu padre iba a frustrar nuestro futuro, así como el destino que le espera como actor...lo siento".

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