viernes, 8 de agosto de 2008

Deus in exillium llorando su sabiduría.

Psicopompo se halla en la filosofia, en lo inconmensurable de la vida-muerta, ese tramo imperceptible por etapas de vidas, eso que hace infinito el vivir y limitado el convivir, además, donde ocurre la creación del sufrimiento, donde se olvida la carne y la piel y el alma, aquel lugar en el que vive su triste amigo, el Sisifo, ciego de victorias como logros de derrotas, el unico inmortal que padece el amor en el domo hilarante del navegante asexual que aguas pantanosas trata de encauzar.
En sus viajes sugerentes (tales, solo para el eterno primerizo), Psicopompo observa un ser granulado de ampollas crecidas de piel muerta -supone esto por el color del agujero central de las protuberancias- y decide que el turno de esta horrible pero tradicional bestia habia llegado, pues la morbosidad de su alma ocluía lo que sus ojos eclipsaban luego de la frontera en las que repartía aquellas mascotas divinas. Caminó oscilante hacia aquel "a seR Proximo", sonando sus cuerdas de pasión y de espectativa, preparandose como una fiera, acechando a su presa, conquistandola, usando su belleza para seducirla, belleza congruente de la experiencia, pues, sin rostro, y solo usando escalas melodicas de una nota, lograba sumision hasta de un rey obstinado y ambicioso en vidas, cuyas pretensiones y egoismo contaminaban su extensión, su mediumnidad de ascensión prometida por sacerdotes grotescos, aquella que solo Psicopompo manejaba a gusto.
Sonando su instrumento, dibujó con colores un espejo, con el cual engañó a esa alma conformada y difusa, creando una imagen diferente a la que habia conocido a través de sus inmundas y burlonas carcajadas, proveyendole cobijo de sus olores: Psicopompo lo tiene en sus fauces; preparada su trampa y guadaña extiende su mano a Engendro, quien viendo su imagen reflejada, babea sobre los pies de su captor, y comienza su dialogo: ..."Así continúas superando la muerte; y la vida, placebo de recuerdos acumulados, se entrega de a poco, luce obsecuente cuando vos, dulce bestia ignota, me tomas de las muñecas cual jazmín contagia el ambiente, me imaginas, y conduces carismática y alentadora a la frontera, como si de un terreno extinto se tratara el tiempo quemado, progresivo e infinito; oh! reina inmortal, mi tiempo te regalo! y vives de solidaridad, de concesion, de almas cadentes pero generosas... si tan solo fueras violenta, deseñosa y banal te extrañaría mi vida y me suicidaria en tu lecho, antes que el cariño que muestras te condene al amor hasta quien sabe el límite, antes que despierte al margen de la nueva vida, antes que mi sangre fertilice tu existencia... Y cuando me abandones al costado de aquella línea fervorosa de pasión compungida, te soltaré y elevaré tu merced a plegarias sodomitas... ¡me borraste el aliento y me diste de nuevo la muerte! te escupo y sigues vivo, te condeno así por siempre, hasta pronto Psicopompo, hijo mío...
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